PARTE I

Olanchito, es una ciudad de inmigrantes. Pertenece a Honduras, en Centroamérica. Los indígenas, sus primeros pobladores, viajaron desde el norte, donde después sería México en camino hacia el sur. Los jicaques, los más rebeldes se quedaron en sus alrededores; y penetraron, en silencio, la ciudad. Los españoles, apreciaron la fertilidad de sus tierras, el clima tropical seco del valle arriba y las posibilidades de la navegación por el rio Aguán que riega el valle. Como los egipcios, los residentes dividen las tierras en Valle Arriba, Medio Aguan; y Bajo Aguan. Entonces el rio Uchapa, tributario del gran río, era una corriente de agua vigorosa que emocionaba a los primeros poetas de la ciudad. Después, llegaron los olanchanos, asustados, huyendo de la persecución de Medina, en 1865. Y para evitar ser colgados de los árboles verdes, solitarios en los caminos desolados, atravesaron la cordillera de La Esperanza y buscando las sales del mar. Se trasladaron a la pequeña comunidad, de pocas casas y de vecinos arrogantes que veían con sospecha a los extraños, dándole el impulso moderno que la perfiló por siempre. Económicamente, fue desde el principio, una sociedad de ganaderos y agricultores, autosuficientes en dos nichos de mercado preferenciales: en Santa Bárbara, se quedaron las familias españolas con vocación mayor hacia el aislamiento que provoca la vida ganadera. Los otros, se fueron moviendo hacia el centro de la población, siguiendo el curso de las vetas mineras y el caudal del rio Aguán, siempre prometedor, buscaron oro y plata, en las vetas desconocidas…   Hicieron de Olanchito el centro donde convergían los caminos hacia Yaruca, rumbo a La Ceiba; y Trujillo para vender queso y mantequilla. Todos, se mezclaron y hasta con los jicaques más huraños, hubo trato carnal. Allí cultivaron el plátano, que crecía salvaje e indómito en las fértiles vegas y aprendieron a depender menos del maíz, desde muchos años, víctima de los engaños por muchas generaciones de los inviernos esquivos. Cultivaron la yuca, el plátano para terminar aficionados gozosos, rendidos al guineo. Crearon una sociedad lista para atender a los visitantes que bajaron desde el centro, algunos huyendo, buscando el mar. Y para protegerse, cultivaron el lenguaje con el que se defendieron de las emboscadas de algunos mal intencionados, conformando una estructura social, basada en la permisividad, cierta tolerancia y aceptación que la disidencia, si era verbal, buena y entretenida. Por ello, solo en dos oportunidades, la guerra llegó a sus espacios físicos. Y más bien, fueron los empresarios estadounidenses los que buscaron y lograron aprovechar la feracidad de sus tierras y el talento de sus vecinos. Primero la Trujillo, atrajo la producción de leche, mantequilla y queso, animando igualmente la producción de granos básicos. El primero de los vecinos que mandó sus hijos a estudiar e iniciar el largo viaje a la imaginación fue José María Mejía, ganadero que tenía sus rebaños junto al Uchapa.

Fuente: GRISCO.

Busto de Francisco Javier Mejia, ubicado en el instituto que lleva en honor su nombre.

Su hijo mayor, Francisco Javier Mejía, viajo a Tegucigalpa a estudiar. Alla se hizo abogado y en 1900 regreso a la zona; pero se estableció en La Ceiba, porque allí el desarrollo capitalista había empezado ya, y eran muy útiles sus servicios de abogado.

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